Según datos europeos, el bloque económico consumió en 2011 cerca de 14 mil toneladas equivalentes de petróleo (TEP), dos mil más que el consumo brasileño. Si se toma en cuenta la participación de los biocombustibles en la matriz general de los combustibles, Brasil sigue manteniéndose como líder mundial, con el 17%, contra 4,5% de la UE.
Como sea, este cambio de mano en el consumo es interpretado como un resultado de las políticas europeas de la regulación del sector y provocó que la producción se multiplicase por 16 en una década. En 2003, una directiva propuso una meta de 5,75% de biocombustibles en el sector del transporte en 2010.
En 2009, esa directiva fue reemplazada por dos nuevas, que establecen un objetivo vinculante del 10% de energía renovable en el sector europeo del transporte para el año 2020, además de la reducción del 6% en las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de los combustibles utilizados en el sector transporte para el año 2020.
Al mismo tiempo, Brasil perdió resuello en la producción y en el consecuente consumo de los biocombustibles. Mientras que el biodiésel debería representar, por ley, el 5% del disponible en las estaciones de servicio, el etanol puede ser elegido por los propietarios de automóviles con motores flex-fuel, que representan alrededor del 57% de la flota brasileña, y que aún crecerá más, ya que entre el 80% y el 90% de los vehículos salen de fabrica con ese motor dual.
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