“En los últimos dos años se ha lanzado una campaña difamatoria que culpa a los biocarburantes de una serie de cuestiones relacionadas con el mercado global de los alimentos (...escasez de los mismos o el incremento de sus precios). La campaña ha sido orquestada principalmente por algunas ONG fundadas por compañías como Unilever y Nestlé”. Robert Vierhout sitúa así en el origen de las críticas a estas dos grandes multinacionales de la alimentación.
Durante la entrevista, el secretario general de eBIO (una de las dos principales asociaciones europeas que agrupa a empresas del sector del bioetanol), desmiente una a una todas las acusaciones que ha recibido el bioetanol en particular y los biocarburantes en general. De entrada, afirma que “esta polémica no tiene ningún fundamento científico sólido. Los problemas de los que se acusa al bioetanol ya estaban extendidos antes de que los biocarburantes comenzaran a producirse a escala comercial”.
Ni menos tierras para alimentos ni deforestación
En cuanto a la acusación de que los cultivos energéticos restan tierra a los alimentos, Vierhout dice que “hay suficiente tierra para ambos… De hecho, sólo el 2% de todos los cereales, aproximadamente, es destinado a fabricar bioetanol, mientras que el 63% se convierte en alimento para el ganado”. Y pone el acento en la Unión Europea, donde señala que si los excedentes de grano se utilizaran para producir biocarburantes, se convertirían en una herramienta de lucha contra el cambio climático y contra la dependencia del petróleo, además de una salida para utilizar los excedentes de cereal, de modo que distorsionen menos los mercados.
También son destacables los argumentos contrarios a las acusaciones de deforestación (“el aumento del consumo de carne ha sido reconocido como la principal causa de deforestación. Así lo revelan los últimos informes de Greenpeace”), las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) durante todo el ciclo de vida y el consumo de agua (“el bioetanol producido en la UE cumple con los criterios ambientales más rigurosos en términos de consumo de agua”).
Un informe científico poco fiable
La sección de Biocarburantes de la Asociación de Productores de Energías Renovables (APPA) también ha informado recientemente sobre las contradicciones de determinados artículos científicos contrarios a los biocarburantes aparecidos en los últimos años. Uno de ellos es el famoso de Tim Searchinger y otros investigadores de la Universidad de Purdue (Indiana, Estados Unidos) en el que concluían que las emisiones de GEI asociadas al bioetanol son mayores que las de los combustibles fósiles.
Trinidad Contreras, de APPA Biocarburantes, se basa en otro artículo científico publicado por investigadores de la Universidad de Macquarie (Sydney, Australia), para desmontar los argumentos del primero. “En el artículo de Searchinger et al. no se reportan márgenes de error; además, los modelos y parámetros utilizados no se indican en el estudio o no están disponibles públicamente, lo que imposibilita que los resultados sean contrastados por otros científicos”. Según los investigadores de la universidad australiana, “un documento que intenta mostrar un procedimiento bajo el peor escenario y no permite que otros verifiquen los resultados se podría describir mejor como ideología que como ciencia”.
Otro de los aspectos cuestionados es que los investigadores de la Universidad de Purdue “consideran que todo el bioetanol que se consuma en EEUU se fabricará a partir de maíz, sin considerar las importaciones de otros países, principalmente Brasil, y por lo tanto fabricado a partir de otras materias primas; y otros cultivos potencialmente energéticos que se pueden cultivar tanto en EEUU como en otros países”. En APPA Biocarburantes recuerdan que la ley que potencia su uso en Estados Unidos (Energy Indenpendece and Security Act of 2007) señala que únicamente el 50% del objetivo de consumo de bioetanol se alcanzará a partir del maíz, el resto deberá ser producido a partir de los llamados “biocarburantes avanzados” (lingocelulósicos, a partir de residuos).
Por último, y entrando en el núcleo del informe de Searchinger, Contreras afirma que “los datos de emisiones por el cambio de uso de la tierra proceden de medidas tomadas en la década de los 90 y se proyectan hasta 2016, por lo que se deberían contrastar estos datos y utilizar los más actualizados”.