eduardo collado

La Cumbre del Clima de París, el suelo de nuestras ambiciones

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El primer compromiso del Protocolo de Kioto, que entró en vigor en 2005, fue un gran avance en las negociaciones internacionales sobre el cambio climático. Su objetivo era reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 5% a partir de los niveles de 1990 durante el período 2008-2012. La COP15, celebrada en Copenhague en diciembre de 2009, no tuvo el éxito esperado para llegar a un acuerdo y así sustituir al Protocolo de Kioto, aunque el periodo se amplió posteriormente hasta 2020 en la Conferencia de Doha de ese mismo año.

El segundo compromiso estuvo encaminado a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero alrededor de un 18% con respecto a los niveles de 1990, durante el período 2013-2020. Sin embargo, China, que ocupa el primer lugar en términos de dióxido de carbono mundial (CO2), no tiene obligaciones en virtud de este protocolo.

Las conferencias de Varsovia e de Lima, que se celebraron en 2013 y 2014 respectivamente, dieron lugar a avances importantes de cara a la COP21, que se inició ayer. La COP21, unida al Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD), ha ofrecido apoyo a los países para llegar a sus objetivos climáticos correspondientes, en base a unas acciones denominadas Intended Nationally Determined Contributions (INDC). Apoyo que será un componente crítico para el desarrollo de la COP 21.

El primer día de la Cumbre el mensaje que se ha lanzado es que existe una apuesta por la economía verde y que es el único futuro posible. Lo novedoso, con respecto a otras cumbres anteriores, es que EEUU y China comparten los mismos objetivos, pidiendo ambos un acuerdo ambicioso que deberá revisarse cada cinco años. Incluso Barack Obama se ha mostrado preocupado por las condiciones de vida de las futuras generaciones.

Debemos de recordar que ni EEUU ni China firmaron el acuerdo de Kioto de 1997, que pedía reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero, y que en estos momentos iniciales Barack Obama y Xi Jinping, hablan de la importancia del cambio climático, y entonan el mea culpa por lo que supone ser el segundo y el primer país más contaminador del planeta, respectivamente, anunciando explícitamente que asumirán sus responsabilidades.

Pero además de todos estas buenas intenciones iniciales, no olvidemos que lo que al final debería salir de esta cumbre de París son acuerdos vinculantes, tal y como ha pedido el presidente francés Hollande, anfitrión de la Cumbre.

China está en primer lugar en términos de emisiones globales de CO2, y como resultado tendrá un papel clave en los resultados de la COP21. Como ya se ha dicho, China no está cubierta por el régimen del Protocolo de Kioto, cuyo objetivo era disminuir los niveles de emisiones de GEI, y por esto los nuevos acuerdos serán cruciales para la eficacia de las negociaciones sobre el cambio climático entre los países participantes.

China presentó su INDC el 30 de junio de 2015 con el objetivo de alcanzar su máximo de emisiones de CO2 en 2030 o antes; para lograr una reducción de emisiones de CO2 por unidad de Producto Interno Bruto (PIB) entre un 60–65% en 2030, con respecto a los niveles de 2005; elevando su cuota de energías renovables en el mix de energía primaria alrededor del 20% en 2030.

A pesar de los compromisos realizados hasta ahora por China, todavía hay dudas en relación con el escenario de eliminación de los combustibles fósiles, ya que el objetivo de la consecución de las emisiones máximas para antes de 2030 también es cuestionable, debido al número de plantas eléctricas de generación con carbón de nueva construcción en China en los últimos 15 años.

Por su parte, EEUU se sitúa en el segundo lugar en términos de emisiones globales de CO2, y presentó su INDC el 31 de marzo de 2015, con el objetivo de reducir sus emisiones entre el 26 y el 28% a partir de los niveles de 2005, para el año 2025.

El objetivo que tienen es de aproximadamente el doble de la tasa de disminución de la contaminación de carbono actual del país, con un promedio de 1,2% por año entre 2005 y 2020, y del 2,3 al 2,8% por año durante el período 2020–2025. El objetivo es ambicioso y se basa en una evaluación exhaustiva de medidas rentables, para reducir las emisiones de CO2 conforme a su legislación existente, pudiendo ayudar al país a alcanzar una disminución del 80% por debajo de los niveles de 1990 para 2050.

El plan de la administración Obama de Energía Limpia (CPP), presentado el 3 de agosto de 2015, servirá para la disminución de la contaminación de las centrales eléctricas de carbón existentes. El CPP tiene como objetivo reducir las emisiones de CO2 en un 32% en 2030 en base a los niveles de 2005, para fortalecer la economía mediante el establecimiento de un objetivo de energía renovable del 30% en 2030, para establecer una infraestructura de energía limpia, para ahorrar energía en hogares, negocios y fábricas, para disminuir otras emisiones de GEI, como son los hidrofluorocarburos (HFC) y el metano; y la disminución de las emisiones federales en un 40% para el año 2025. Con todo ello, está claro que el país debe seguir haciendo esfuerzos para la descarbonización y así contribuir a la limitación del aumento de la temperatura global.

Por otra parte la Unión Europea y sus Estados miembros, también presentaron en marzo de 2015 su INDC, con la intención de lograr una disminución del 40% en 2030 sobre la base de los niveles de 1990. Este objetivo representa un notable avance más allá del objetivo actual de la consecución de una disminución del 20% en las emisiones de gases de efecto invernadero para el año 2020 en base a los niveles de 1990.

Es evidente que además de los ya citados, existen otros muchos países, que van a tener que hacer esfuerzos en sus políticas sobre el cambio climático. Todo esto va a traer una serie de desafíos que probablemente tendrán que consensuarse en la COP21.

Se necesita:
• Una acuerdo de compromiso jurídicamente vinculante, para todas las naciones.
• Garantizar la eficacia de la aplicación de INDC, que es el indicador que da las líneas de actuación en las medidas de mitigación que cada nación debería llevar a cabo en los años 2025 o 2030.
• Garantizar la financiación necesaria para combatir los esfuerzos en el cambio climático, así como las medidas que deberán de poner en marcha las organizaciones no gubernamentales, autoridades locales, organizaciones de la sociedad civil y las instituciones y las empresas para garantizar una mayor sostenibilidad, complementando estas con una amplia agenda de soluciones en áreas como el liderazgo y la innovación, la tecnología, las alianzas público-privadas, las finanzas y conocimiento.

Esperaremos a las conclusiones de la cumbre y entonces veremos si todo han sido buenas intenciones, o si realmente se pretenden tomar medidas efectivas, recordando una frase que se ha dicho ya, en referencia a que: “La cumbre de París no es el punto final. Debe marcar el suelo, no el techo, de nuestras ambiciones”.

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